4/6/08

Propósito

Comencemos a leer la Suma de Santo Tomás de Aquino. Hemos dado amplios rodeos, quizá por temor reverente, y como si hubiésemos de conquistar una ciudadela (Jos 6,1-21). Pero ya hemos alcanzado el clima que nos dispone a elevarnos a las alturas teológicas del Doctor Angélico.

El prólogo, introducción o proemio de la Suma es un prodigio, en su brevedad y concisión, de experiencia magisterial. Todos cuantos hayan de enseñar, de palabra o por escrito, debieran estudiar estas pocas líneas y penetrar en el sentido de la perfecta "agenda" de un maestro.

Y lo primero que ha de saberse es el propósito del estudio. El de Santo Tomás: transmitir lo que se refiere a la religión Cristiana [ea quae ad Christianam religionem pertinent, tradere]. Debemos estar advertidos de que no son saberes profanos o universales de los que se va a tratar, sino de lo que específicamente concierne al Cristianismo, aunque muchas de sus lecciones están abiertas a toda la humanidad.

1/6/08

Refutación de Heráclito

"Se refiere también de Anaxágoras, que dirigía esta sentencia a algunos de sus amigos: «Los seres son para vosotros tales como los concibáis.» También se pretende que Homero, al parecer, tenía una opinión análoga, porque representa a Héctor delirando por efecto de su herida, tendido en tierra, trastornada su razón; como si creyese que los hombres en delirio tienen también razón, pero que esta razón no es ya la misma. Evidentemente, si el delirio y la razón son ambos la razón, los seres a su vez son a la par lo que son y lo que no son.

"La consecuencia que sale de semejante principio es realmente desconsoladora. Si son éstas, efectivamente, las opiniones de los hombres que mejor han visto toda la verdad posible, y son estos hombres los que la buscan con ardor y que la aman; si tales son las doctrinas que profesan sobre la verdad, ¿cómo abordar sin desaliento los problemas filosóficos? Buscar la verdad, ¿no sería ir en busca de sombras que desaparecen?

"Lo que motiva la opinión de estos filósofos es que, al considerar la verdad en los seres, no han admitido como seres más que las cosas sensibles. Y bien, lo que se encuentra en ellas es principalmente lo indeterminado y aquella especie de ser de que hemos hablado antes. Además, la opinión que profesan es verosímil, pero no verdadera. Esta apreciación es más equitativa que la crítica que Epicarmo hizo de Jenófanes. Por último, como ven que toda la naturaleza sensible está en perpetuo movimiento, y que no se puede juzgar de la verdad de lo que muda, pensaron que no se puede determinar nada verdadero sobre lo que muda sin cesar y en todos sentidos. De estas consideraciones nacieron otras doctrinas llevadas más lejos aún. Por ejemplo, la de los filósofos que se dicen de la escuela de Heráclito; la de Cratilo, que llegaba hasta creer que no es preciso decir nada. Se contentaba con mover un dedo y consideraba como reo de un crimen a Heráclito, por haber dicho que no se pasa dos veces un mismo río; en su opinión no se pasa ni una sola vez.

"Convendremos con los partidarios de este sistema, en que el objeto que muda les da en el acto mismo de cambiar un justo motivo para no creer en su existencia. Aún es posible discutir este punto. La cosa que cesa de ser participa aún de lo que ha dejado de ser, y necesariamente participa ya de aquello que deviene o se hace. En general, si un ser perece, habrá aún en él ser; y si deviene, es indispensable que aquello de donde sale y aquello que le hace devenir tengan una existencia, y que esto no continúe así hasta el infinito."

Aristóteles, Metafísica, IV,5 (1009b-1010a). Traducción de Patricio de Azcárate.

La difícil metafísica: Gershom Scholem

Si hay espíritus más opuestos a los fenomenistas Heráclito y Nietzsche, ésos son los místicos. Ya lo hemos visto en Santo Tomás (las frases que pronunció después de su experiencia en la fiesta de San Nicolás de 1273), y San Juan de la Cruz. Si descendemos un escalón, los metafísicos buscan, desde la experiencia ordinaria de las cosas, lo que nunca cambia. Se sitúan en el terreno intermedio de los saberes más altos y velados, y los más bajos y tangibles. En esa zona intermedia creemos ver las tendencias místicas judías, la Cábala: la intuición de las realidades que se nos ocultan, cifradas en las que se nos revelan.

Reservamos esta coda metafísica para un gran estudioso contemporáneo de la Cábala, Gershom Scholem (Berlin, 1897-Jerusalem, 1982). No fue únicamente profesor, investigador y coleccionista erudito; también tuvo, en la medida que le cupo, su propia visión de las realidades últimas. El párrafo que copio son las últimas palabras de una conversación con Muki Tsur en el invierno de 1973-1974 (traducción de Manuel Abella):

"Los cabalistas sentían algo de forma radical: el hecho de que hay un misterio en el mundo. El mundo es también lo que vemos, pero no se agota en lo que vemos. Los cabalistas eran simbolistas... Esto es lo que defiendo en la Cábala y lo que rechazo en la tecnología. Las concepciones del mundo de tipo tecnológico sostienen que se puede expulsar de la realidad su dimensión simbólica. El hombre de hoy vive en un mundo privado, en el que está recluído, y el simbolismo ha dejado de ser objetivo para convertirse en algo privado, no vinculante. Los símbolos cabalísticos son completamente distintos. En su tiempo, no se limitaban a hablar al individuo, sino que revelaban al mundo una dimensión simbólica. La cuestión es si dicha dimensión puede volver a abrirse en la realidad en la que vive el hombre secularizado... Actualmente nos encontramos en una época distinta, la ciencia avanza a pasos de gigante, pero el problema persistirá. Si el sentimiento de que el mundo esconde un misterio desaparece alguna vez de la humanidad, todo habrá acabado. No creo, en cualquier caso, que lleguemos tan lejos."